Registrado: 02 Oct 2015, 10:42 Mensajes: 583 Ubicación: Posada Jamaica
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20 de Noctal de 1492. Solsticio de invierno. La noche pondría fin a la estación del otoño, y durante unas horas, antes de que el invierno hiciese acto de presencia y las nieblas y aguanieves cubriesen con su manto húmedo las calles de Puerta de Baldur, muchos de sus parroquianos disfrutaban de las animadas calles festivas. Algunos daban coba a los buhoneros y artistas ambulantes; otros, los de talante menos sociable dedicaban las horas a remozar alguna fachada de sus casas, preparar las chimeneas para el clima venidero mientras pasteles o melazas aromatizaban hogares y perfumaban la hora del crepúsculo; los más, se reunían en lo que bien conocen los baldurianos como adoquinadas, señalizadas por lámparas colgantes de color rojizo, quienes no estaban de adoquinada transitaban por vientoembrujo aprovechando que su pavimento no resbalaba demasiado. En esa renombrada calle de la ciudad, apuntalado de hiedras trepadoras se encontraba un edificio alto y estrecho, construido como la mayoría de sus edificios de piedra musgosa y enmohecida y cuya puerta no paraba de abrirse y cerrarse; y es que aquella noche El Yelmo y la capa estaba muy concurrida.
Sin duda era la taberna del momento en la ciudad, de ello daba buena cuenta que el número de mesas disponibles en aquel momento era ninguna. El humo y los vapores se acumulaban en lo alto del edificio como si de una mullida nube grisácea se tratase. Una muchacha levantaba con cara extasiada la vista del libro que devoraba desde hacía rato, tal vez preguntándose cómo resisten los frescos dedicados a Sune que decoran los techos, tal vez pensando que quizá el arte consistía en ayudar al arte. Arte el que parecía reinar en la mesa de al lado, donde un joven desplumaba a un ostentoso mercader a quien Tymora no había sonreído aquella noche. Y arte el que se fraguaba en una de las mesas más pobladas, donde no se sabía muy bien si había más libros que comensales. Los volúmenes se abrían y cerraban casi al mismo ritmo que las lenguas de sus propietarios, discutían, sí, pero es que el debate y el arte también suelen ir de la mano.
─¿Me quieres decir que este mapa es correcto? ─Desplegaba entre libros un hombre de bigote encrespado. ─Casi tan correcto como este lugar para hablar de un tema tan delicado. ─Comentó un segundo hombre. ─No quedaba ni una adoquinada libre, y está tan de moda este sitio que podemos hablar sin remilgos, nadie nos presta el menor interés, observad ─señalando la mesa que tenía justo delante, donde el abandonado por Tymora ofendido increpaba a su contrincante que estaba más ocupado en mirar otra de las mesas donde una hermosa joven ensayaba con su laúd. ─Está bien, pero id al grano, y que sea un grano bien maduro y a punto de recolectar, que nos conocemos con las suspicacias.─Cedió el reticente. ─Es un mapa correcto, diría correctísimo, aquí lo tenéis. La entrada a vuestro ascenso, si cumplis bien el trato, desde luego. ─No pisaré la madriguera al anochecer, tendréis que esperar a que la niebla despeje. ─Impuso el que parecía ser un mercenario. ─Como queráis, mientras llevéis el artefacto y el mapa a su dueño en Amn no habrá problema. Pero que sea más pronto que tarde. ─La niebla no atiende a razones, ni sabe de prisas, cuando despeje haré mi trabajo. Tendréis que esperar o buscáis a otro. ─Tenéis una dekhana, niebla o no niebla. Y ahora, un pago por adelantado y a disfrutar del arte, parece que aquella muchacha va a tocar algo. Y en un instante, las decenas de voces que animaban el local callaron a una cuando los primeros acordes comenzaron a sonar. La puerta dejó de abrirse y cerrarse y la música y aquella muchacha fueron las protagonistas hasta bien entrado el amanecer.
Última edición por Malaventura el 04 Mar 2021, 23:21, editado 1 vez en total
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